¿Por qué idealizamos una relación o a nuestra pareja?: Peligros de hacerlo
A todos nos ha pasado. En algún momento de nuestras vidas, hemos visto magnificadas las virtudes de la persona que hemos tenido a nuestro lado, le hemos atribuido valores hasta elevarlo a la categoría de perfección.
Tal sentimiento, como explica la web de psicología La Mente es Maravillosa, suele provenir de una persona que se siente inferior, que tiene baja autoestima. Esa es la razón principal de la idealización, pero esta puede partir de diversos puntos.
Se podría decir que, hoy día, las relaciones en línea contribuyen a alimentarla, en cuanto a que las personas que participan de ella, más aún si posponen el encuentro offline, se muestran como desean ser vistas. Pueden tardar en exponerse demasiado, y eso implica que la otra persona se cree una imagen incompleta, demasiado dulcificada.
Además, invitaciones como “Descubre estos consejos útiles para saber porque no encuentras novio o novia”, que tratan de “ayudarte a encontrar la relación de pareja o aventura amorosa que estás buscando”, también hacen que la imaginación se desate. Y las ilusiones personales suelen poner siempre las expectativas muy altas.
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La idealización impuesta de la relación
La cultura también tiene mucho que ver en esa idealización no ya de la otra persona, sino de la relación de pareja. Canciones inspiradas por un amor profundo, películas en las que jóvenes de 15 años encuentran al primer amor en fiestas en cuyo inicio suenan canciones de entrada, famosos que parecen llevar una idílica vida de millonarios a los que también ha sonreído el amor… Todo influye.
El cine, en particular del género romántico, contribuye especialmente a que se transmita al inconsciente la imagen de una relación sentimental tan perfecta que, pese a no corresponderse con la realidad, hace pensar que una real no está funcionando. Es lo que sucede cuando se ven películas como El diario de Noa o Titanic, aunque no todas las de género son iguales ni se centran en una primera fase de enamoramiento, donde la pasión está desbordada. Tampoco salen, eso sí, igual de rentables en taquilla.
A la idealización de una relación deseable o de una pareja contribuyen, en definitiva, muchos factores. Incluso soñar con la persona que te gusta. Es más que probable que hayas soñado con esa persona, sobre todo si piensas mucho en ella durante el día. Al final, calará en nuestro suconsciente y eso se reflejará en nuestros sueños. En este caso, la situación de los mismos variará según la representación que tengamos de esa persona. Si alguna vez te ha pasado y te preguntas qué significa el soñar con esa persona, piensa en cómo la ves y qué imagen tienes de ella.
¿Es amor verdadero? Los peligros de la idealización
Explica Cristina Pérez en La Mente es Maravillosa que las personas que idealizan a sus parejas tienden a caer en una situación de dependencia emocional. Se sumergen en un estado de tensión caracterizado por la sensación de no merecer al otro, y de tener que dar más de lo que se puede para mantenerle feliz y a su lado. Esto, lógicamente, tiene sus inconvenientes.
Poco a poco, sobre todo si llega a intimar con la otra persona, la venda se irá cayendo de los ojos y se verá como lo que es: una persona normal que, además de todas esas virtudes, también tiene atributos que no nos gustan. Lo que se considerarán imperfecciones. Y ver que la realidad no es la que se pensaba al inicio puede acabar en un gran desengaño, llegando incluso a la ruptura.
Hay formas de evitar caer en ciertos comportamientos obsesivos. Para empezar, convencerse de que la otra persona, a la que se ha idealizado, se afana por ofrecer su mejor cara, como todos, para buscar el éxito social. Al fin y al cabo, explica Pérez, somos animales racionales.
Un día de convivencia con ella desmontaría el mito: quien crees que es mejor que tú, en realidad, es igual. Será mejor en algunas cosas, peor en otras. Se levanta con mala cara, tiene malos momentos, ha cometido errores y tiene secretos que no quiere confesar.
Es preciso conservar el sentido común y no dejar que la vista se nuble pero, si sucede, una jornada completa con la otra persona mostrará al ser humano imperfecto lleva dentro.
Ante todo, realismo
También, por supuesto, para las relaciones. Frases como “Prefiero haber olido una vez su cabello, un beso de sus labios, una caricia de su mano, que toda una eternidad sin ella”, de City of Angels, o “Quiero todo de ti, para siempre, tú y yo, todos los días”, de El Diario de Noa, hay que ubicarlas justamente donde están: en la ficción. Las relaciones son mucho más complejas de lo que se ve en la pantalla. Incluyendo a las de los famosos.
Toda pareja tiene su propia realidad, aunque el cerebro traicione una y otra vez a sus miembros buscando la comparación, provocando frustración por considerar que todo lo demás es mejor. Mantener la dosis justa de realidad pasa por recordar aspectos destacados de una relación sana.
Una relación de pareja saludable se construye asumiendo las diferencias entre cada uno de los miembros, para lo que hay que saber detectarlas. Cada uno es diferente, y conocerlo bien implica saber a qué se está dispuesto y a qué no.
No hay por qué presionar al otro, sino centrarse en que prime el diálogo para poder expresar lo que quiere cada uno. Una pareja saludable se caracteriza por la comunicación y la búsqueda constante de acuerdos, no por tratar de imponer un modo de hacer y, si el otro no está dispuesto, da por sentado que la relación está fracasando o no se es lo suficientemente amado. Cada miembro de la pareja debe poder decidir sobre su vida y sobre cómo quiere implicarse en la relación.
Hay que abordar siempre la relación a través de las vivencias que se experimenten en el seno de la misma. Y, en muchas ocasiones, conviene centrarse en vivirlas sin juzgarlas, para poder disfrutar del momento y no martirizarse. El sentido común dirá cuándo la relación no es saludable, y las comparaciones no se deberían plantear.
Todas las relaciones sufren altibajos, momentos dulces y amargos. Ninguna es perfecta porque sus miembros tampoco lo son. Aprender a gestionar las crisis es más fácil si se ven las cosas sin el velo de la idealización, hablando sobre lo que gusta y lo que no, escuchando de forma activa y entendiendo que la libertad implica que la otra persona puede irse cuando quiera.